El valor que tú tienes a los ojos de Papá Dios es tan grande, tan incomprensible, que no hay forma en que lo puedas dimensionar. Piensa en que si tu vida se llegara a perder, causaría un gran dolor en el corazón de tu Padre. Pero si eres rescatado, y vuelves a la vida, una alegría inimaginable atravesará su corazón. Jesús quiso dejar patente en la parábola ‘El hijo pródigo’ el gran amor que tu Padre siente por ti y por mi, sus hijos. Lee junto a nosotros en Lucas 15 la introducción de esta parábola que inicia con el hijo menor pidiendo la parte que le correspondía de su herencia para irse de casa…
“Quiero la parte de mi herencia ahora, antes de que mueras”. Entonces el padre accedió a dividir sus bienes entre sus dos hijos. 13 »Pocos días después, el hijo menor empacó sus pertenencias y se mudó a una tierra distante, donde derrochó todo su dinero en una vida desenfrenada. 14 Al mismo tiempo que se le acabó el dinero, hubo una gran hambruna en todo el país, y él comenzó a morirse de hambre.”…
¡Antes de que mueras! Le dijo este hijo a su padre. Indudablemente amaba mas al dinero que a su protector. Sin muchos detalles, el padre accede, este hijo desperdicia todas sus posesiones en una vida desenfrenada y finalmente, comenzó a morirse de hambre.
El sentimiento de este padre se asemeja a Isaías 29:13: “Así que el Señor dice:«Este pueblo dice que me pertenece; me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí. Y la adoración que me dirige no es más que reglas humanas, aprendidas de memoria”. ¿Alguna vez has estado en casa de papá Dios, pero con tu mente y corazón muy lejos de allí?
Ahora, no había salida para este hijo, ¿Qué haré?; e inició su travesía hasta caer en la peor situación, tocando fondo. Leámos juntos desde el versículo 15:
Convenció a un agricultor local de que lo contratara, y el hombre lo envió al campo para que diera de comer a sus cerdos. El joven llegó a tener tanta hambre que hasta las algarrobas con las que alimentaba a los cerdos le parecían buenas para comer, pero nadie le dio nada.»
Veámos, este hijo pudo encontrar un trabajo. Pero tengamos en cuenta esto: para los israelitas el cerdo era un animal impuro. Acercarse a ellos y alimentarlos era posiblemente la tarea mas humillante a la que pudiera acceder a trabajar un judío. Pero esto no era todo, su hambre era increible, y llegó hasta desear comerse el alimento de los cerdos; pero aún así, nadie le daba. Tristemente ya no había algo peor. En este punto, entró en razón, leámos:
Cuando finalmente entró en razón, se dijo a sí mismo: “En casa, hasta los jornaleros tienen comida de sobra, ¡y aquí estoy yo, muriéndome de hambre! Volveré a la casa de mi padre y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de que me llamen tu hijo. Te ruego que me contrates como jornalero’”…
Es como si se hubiese encendido una luz dentro de este hijo, veámos:
· En el momento más crítico el hijo pudo entrar en razón: sabía que en su casa tenía todo lo que le estaba faltando. ¿Era necesario seguir sufiendo?
· Lo más importante no es tocar fondo, sino salir de allí lo más pronto posible. Dios nos promete en 1 Juan 1:9 que “si reconocemos ante Dios que hemos pecado, podemos estar seguros de que Él, que es justo, nos perdonará y nos limpiará de toda maldad”. Si tienes una lucha o estás en pecado, no esperes hasta las últimas consecuencias para volver a Dios, ¡Tu tiquete a casa está a una confesión de distancia!
· ¿Jornalero? ¿Cómo podría aceptar el padre contratar a su hijo como uno de los jornaleros? El hijo perdió su identidad, pero para el padre, él seguía siendo su querido hijo.
Y ahora, a volver a casa, la decisión está tomada, leámos juntos:
Entonces regresó a la casa de su padre, y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó. Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de que me llamen tu hijo”. »Sin embargo, su padre dijo a los sirvientes: “Rápido, traigan la mejor túnica que haya en la casa y vístanlo. Consigan un anillo para su dedo y sandalias para sus pies. Maten el ternero que hemos engordado. Tenemos que celebrar con un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ahora ha vuelto a la vida; estaba perdido y ahora ha sido encontrado”. Entonces comenzó la fiesta…
¡Que maravilloso! ¡El padre estaba esperándolo! Cuántos días sufriendo sin necesidad. Al perder nuestra identidad y reconocer nuestras fallas, nuestro Padre está pronto a restituir lo que hemos perdido. Y no sólo esto, porque “lleno de amor y compasión” nos recibirá nuestro Padre celestial cuando creemos que somos indignos de su amor. De esto, debemos aprender lo siguiente:
· “No soy digno de que me llamen tu hijo”. El padre ni siquiera escuchó esta frase. Eres mi hijo, te estaba esperando y te amo, es lo único que necesitas saber.
· “Rápido, traigan la mejor túnica que haya en la casa y vístanlo. Consigan un anillo para su dedo y sandalias para sus pies”. Papá Dios hará esto rapidamente: te vestirá de santidad (nuevas ropas), te devolverá la autoridad que perdiste al irte de casa (anillo), y te calzará nuevas sandalías, podrás andar con rectitud y ya no serás más esclavo.
¿Te sientes lejos de casa? ¿Quieres volver a los brazos de tu Padre Celestial? Haz con nosotros esta corta oración en tu corazón: Señor, hasta este momento reconozco que he vivido una vida lejos de ti, he pecado y seguro te habré ofendido tantas veces, pero ahora puedo escuchar tu dulce voz que me llama desde lejos, tú mi querido Padre me has estado esperando, y quiero decirte que acepto el regalo de la vida que me das, que te acepto como mi Señor y Salvador, mi refugio y protector, en quien confiaré en el día de mi angustia y debilidad. Te entrego todo lo que soy; te estoy profundamente agradecido y me alegra muchísimo el saber que en adelante, mi nombre estará escrito en tu precioso libro. Amén.
En adelante, siéntete seguro en los brazos de papá Dios. Él te ama.
Comentarios
Publicar un comentario