*Leer Mateo 18:15-35
A través de esta parábola, Jesús nos da un mensaje claro a todos nosotros: la importancia del perdón en el Reino de los Cielos. Si leen los versículos del 23 al 27, notarán que El Rey está representando a Dios y el siervo a cada uno de nosotros. La deuda que el siervo tenía era de miles y miles de monedas, las cuales hoy equivaldrían a un billón de dólares (en esos tiempos las monedas eran de plata maciza), ¿bastante grande era esa suma de dinero no? Pues, en semejanza con nuestra realidad, todos nosotros hemos pecado a lo largo de nuestra vida, han sido muchos nuestros errores, pero Dios a través del sacrificio de Jesús en la cruz ha saldado nuestra millonaria deuda.
Por otro lado, los versículos del 28 al 31, muestran nuestra condición y relación con nuestro prójimo. En este cuadro el siervo perdonado y liberado de su deuda por el rey, no tiene compasión ni perdona la deuda menor que le debía uno de sus colegas. Este tan solo debía cien denarios, lo que equivale a 3 meses de salario en nuestros tiempos, una suma considerable, pero para nada comparable con la que a este siervo le había sido perdonada por gracia. En vez de tener compasión como la tuvo el rey con él, lo mandó a encarcelar hasta que pagara toda la deuda. El rey al enterarse de este acto de injusticia, manda a llevar preso a su deudor hasta que pagase todo lo que le debía (Mateo 18:34).
Con esta parábola Jesús nos dice lo siguiente:
Mateo 10:8 "... de gracia recibisteis, dad de gracia." En otras palabras, de forma inmerecida hemos recibido perdón, de la misma forma perdonemos a otros.
El perdón es una decisión, la cual todos podemos tomar. Pensemos en esto: si a lo largo de nuestras vidas hemos ofendido tanto a Dios con nuestros actos, ¿no es algo menor un solo acto de parte de nuestro prójimo contra nosotros? Además, no perdonar tiene consecuencias:
1) Dios no perdonará nuestros pecados (Mateo 18:34-35).
2) El resentimiento, odio, rencor y amargura se convierte en una prisión que nos hace perder calidad de vida.
La llave para salir de esa prisión emocional es simplemente perdonar así como hemos sido perdonados por nuestro Padre Celestial.
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